En cuanto a obras de arte religiosas y objetos de cultos, la localidad de Fuentes de Andalucía puede presumir de un amplio y extenso tesoro patrimonial artístico, tanto arquitectónico como si a otras materias se refiere –imaginería, orfebrería...- en contraste con el tamaño y número de habitantes de la población.
La villa alcanza esplendor arquitectónico religioso durante los primeros años del siglo XVII, como ya se ve reflejado con la construcción de la Iglesia Parroquial, en torno a 1590, y los otros dos grandes edificios religiosos, los conventos mercedarios de San José y la Encarnación, añadidos antes de 1620. En esta época la localidad era ya bastante considerable, contando con iglesia parroquial y hospital propio y consejo municipal constituido.
Pero sin duda será el siglo XVIII en el que el patrimonio artístico religioso adquiera una relevancia con la que alcanzará su mayor brillantez, viéndose incrementado considerablemente, tanto en bienes muebles como inmuebles.
Importancia relevante en el XVIII tiene la familia de maestros alarifes locales Ruiz Florindo, la cual intervino, en las obras de ampliación de la Iglesia Parroquial, en la fachada de la Iglesia del Convento de San José, así como la de la Ermita de San Francisco; obras realizadas todas en los esplendores del XVIII.
En lo referente a funcionalidad, desde los orígenes sólo se tiene constancia de la existencia de una parroquia en la villa, la de Santa María la Blanca, que figura por primera vez en el catálogo de 1791, y que abarcaba los conventos existentes en la localidad. Más tarde aparece como cabeza de vicaría, a la que pertenecían sólo dos parroquias, la de Fuentes y la del Castillo de la Monclova, siendo suprimida posteriormente e incorporadas ambas parroquias a la vicaría de Écija. En 1911 fue suprimida la parroquia de la Monclova, coincidiendo desde entonces la demarcación parroquial y el término municipal. En la actualidad la parroquia pertenece al Arciprestazgo de Écija, enmarcado éste dentro de la Vicaria Episcopal Zona Sur de la Archidiócesis de Sevilla.
Iglesia Parroquial Santa María la Blanca
El principal templo de la villa se encuentra situado en el corazón del núcleo urbano, ubicado sobre uno de los cerros en el que se sitúa el centro histórico de la población, orientándose según la disposición tradicional, que dispone el eje principal en dirección Este a Oeste.
Se trata de un edificio construido en ladrido revocado, con planta basilical, que se constituye por cinco espaciosas naves. El núcleo primitivo se compone por la nave central y las dos más inmediatas, separándose éstas mediante pilares de sección rectangular con pilastras toscanas adosadas sobre los que cabalgan tres arcadas de medio punto, cubriendo el presbiterio, de forma cuadrada, cúpula sobre pechinas, artesonado con tirantas la nave principal y bóvedas de aristas con fajones que apean sobre grandes ménsulas las laterales. Las naves extremas poseen bóvedas de cañón y vaídas, cruzadas por arcos perpiaños de medio punto, comunicándose con el núcleo más antiguo por vanos originados por la ruptura de los muros primitivos. Las distintas capillas presentan cubiertas de diversos tipos que en el estudio de cada una de ellas serán reseñadas.
En la comunicación del presbiterio con las cabeceras laterales y de la del lado de la Epístola con la nave correspondiente, se hallan unos arcos apuntados, con molduración clásica, que se cree obra tardía, tal vez de los Ruiz Florindo, al encontrarse fuera del estilo general del templo.
Son tres los accesos principales que comunican el interior del templo con los exteriores, situándose la fachada principal a los pies del edificio, en la C/ Fernando de Llera y Díaz, la lateral derecha da a la Plaza Santa María la Blanca, delimitando el lateral izquierdo con el Patio del Sol.
La cabecera del templo delimita con varias dependencias interiores del edificio, destacando entre ellas la sacristía y los archivos. Por último, la torre del campanario se halla situada en la cabecera de la primera nave epistolar, contigua con el presbiterio.
La construcción del templo actual se lleva a cabo en distintas fases y fechas, creciendo a lo largo de más de dos siglos tanto física como estéticamente, comenzándose a construir en la segunda mitad del siglo XVI sobre una antigua fábrica medieval.
El auge de población que a mediados del XVI sufría la villa, hizo que las dimensiones del edificio no fueran aptas para la celebración del culto en él, al no dar cabida a todos los fieles. Aunque todos estos datos son estimaciones, algún edificio, por muy pequeño que fuera, debió existir, ya que el I Libro de Bautismos que se conserva en los archivos data de 1532.
En el último cuarto del siglo XVI, interviniendo en ellas el Consejo de la Villa, se llevaron a cabo las primeras obras, señalándose como importantes e iniciándose aquí la construcción del edificio, en las que el Consejo ordenó «hacer mandamiento para cobrar el alcance producido en la obra de la iglesia» [1] . Se ejecutaron durante este período las tres naves principales, llevándose a cabo durante el primer tercio del XVII la Capilla Mayor y la cripta bajo el presbiterio, estas últimas bajo el patrocinio de la casa de los Señores de Fuentes. Las obras se concluyeron con el importante artesonado que cubre la nave mayor, el cuál forma parte del círculo de obras que ejecutara y dirigiera Diego López de Arenas. No se tiene constancia detallada de estas obras, por lo que no se puede aproximar mucho en ellas. La torre, aunque no se acabaría hasta 1742, en 1672 contaba ya con 4 campanas [2].
La vida del templo transcurriría sin obras significativas relevantes, hasta que en el primer tercio del siglo XVIII, concretamente entre 1724 y 1736 se llevara a cabo la decoración con yeserías de la capilla del Rosario, siendo la misma la más destacada en cuanto a obras realizadas en el interior de la iglesia bajo el patronato de hermandades [3].
Sería pues esta la premonición de un siglo, el XVIII, que cambiaría considerablemente el aspecto general del edificio a través de una serie de remodelaciones consistentes en la terminación y elevación de la torre o campanario, la ampliación del templo con dos nuevas naves laterales y la construcción de una serie de dependencias interiores tales como la sacristía mayor.
En 1742, como se ha citado anteriormente, tuvo lugar la obra de acabar la torre, bajo la dirección del maestro mayor del Arzobispado José Rodríguez [4], y en 1751 se reedificó la capilla de San Francisco [5], debiendo ser esta última una de las existentes en la nave del Evangelio [6].
El conocido terremoto de Lisboa, ocurrido el 1 de noviembre de 1755, produjo en el edificio serios desperfectos, llevándose a cabo hasta 1757 las obras de reconstrucción de los graves deterioros que se habían producido en la totalidad de las estructuras, y especialmente urgente era la consolidación de la torre como elemento más afectado. Tras el paso por la parroquia del maestro de obras Tomás Sambrano y el parecer de los alarifes de las villas de La Campana, Osuna y Écija, la fábrica parroquial nombró director de las obras a Alonso Ruiz Florindo, el cuál rehizo la torre, alternando distintos cuerpos geométricos, y añadiendo la decoración, estípites y azulejería policroma [7].
En cuanto a la ampliación del edificio parroquial con las dos nuevas naves, ambas extremas, y las dependencias interiores, las obras se llevaron a cabo en dos periodos. La primera fase tuvo lugar en los años 1764 –1765, con la dirección de Alonso, el mismo maestro que dirigiera las obras de reparación y consolidación de la torre, consistiendo la ampliación en correr la nave del Sagrario igual que la frontera, hacer la capilla bautismal, una capilla más, debiendo ser existente la colateral a la del Rosario, y el cuarto de curas, así como la ejecución de la portada de este lado. La obra se aprobó por decreto el 13 de marzo de 1764, según los diseños y presupuestos del maestro alarife Alonso Ruiz Florindo, cifrándose las mismas en 18.064 maravedíes y aprovechamiento de materiales, en el referido maestro, que dio carta de pago el 23 de agosto de 1765 [8].
Las obras no cesaron, ni tampoco la ampliación del templo, desarrollándose a partir de 1767 la segunda fase citada anteriormente. Esta se lleva a cabo bajo las condiciones establecidas por Pedro de Silva [9], maestro mayor del Arzobispado, encargándose de las mismas varios miembros de la saga de los Ruiz Florindo que más adelante detallaremos. La edificación de la quinta nave, en el costado de la Epístola, fue llevada a cabo por Cristóbal Ruiz Florindo, hermano del citado Alonso, finalizando la misma en torno a 1769.
En el lado sur del edificio, tras el presbiterio, y utilizando unos terrenos de una casa que habían donado para tal fin, se ubicaron una serie de dependencias auxiliares, cuya distribución fue realiza por el citado Pedro de Silva, delimitando una sacristía mayor, un cuarto independiente, un almacén y un excusado. En éstas si se contó con el trabajo del afamado Alonso, el cuál se encargó de la decoración de dichas dependencias, concluyendo éstas en 1771.
Ya en el último tercio de este trascendental siglo XVIII, se llevan a cabo las últimas intervenciones de la segunda fase de ampliación, ahora a las órdenes de las directrices marcadas por un nuevo arquitecto arzobispal, Antonio Matías de Figueroa, entre los años 1779 y 1781, mientras que se dota al edificio de una decoración puramente barroca, a través de retablos y yeserías.
En 1780 se acotó una parte de la segunda nave del Evangelio y se construyó la capilla del Sagrario, respetando su volumen y cubriéndola con bóveda de aristas flaqueada por cañones; obra que se desarrolló bajo el patrocinio del presbítero don Pablo Domingo González del Corral. Al mismo tiempo, en 1780, se ejecuta la reforma de la portada principal del edificio, y un año más tarde se levanta la lateral del costado de la Epístola, ambas bajo las estrictas indicaciones de Figueroa, las cuáles no dejaron desarrollar al alarife su libre actuación. Aunque no se sabe ciertamente el ejecutor de estas obras, se hayan atribuidas a Alonso Ruiz Florindo de Carmona, Alonso «el menor», hijo del Alonso citado anteriormente en varias ocasiones [10]. Ollero Lobato y Quiles García afirman esta atribución basándose en una obra documentada del alarife en 1784, en la que procedió a la sustitución de una vieja campana en la torre, así como citan que ya en 1785 ostentaba el título de maestro mayor de obras de la localidad. Dichos datos les hicieron corroborar que él fuera el responsable de las obras de conclusión de la iglesia parroquial entre 1780 y 1784.
Culminados estos dos largos siglos de obras, reconstrucciones y ampliaciones no se tiene constancia documental de intervenciones de cierta importancia hasta finales ya del XIX, concretamente en 1886, llevándose a cabo obras de composición y reparación en toda la Capilla Mayor, incluida la cúpula, que consistieron en la limpieza general de la misma y reparación de grietas y pequeños desprendimientos en los elementos decorativos [11], y entre los años 1887 y siguientes fue reconstruida la lonja que rodea el templo y colocadas las gradas de acceso a las puertas [12].
NOTAS:
1] ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE FUENTES. Libro de Actas Capitulares de 1578-90. Cabildo del 8 de septiembre de 1586.
2] ARCHIVO PARROQUIAL DE FUENTES. Inventario Parroquial de 1672.
3] OLLERO LOBATO, Francisco; QUILES GARCÍA, Fernando: Fuentes de Andalucía y la arquitectura barroca de los Ruiz Florindo. Sevilla, 1997. Pág. 50.
4] APF. Libro de cuentas de fábrica de 1734, folio 119 de 1742.
5] APF. Libro de cuentas de fábrica de 1752, folio 130.
6] HERNÁNDEZ DÍAZ, José; SANCHO CORBACHO, Antonio; COLLANTES DE TERÁN, Francisco: Catálogo Arqueológico y Artístico de la Provincia de Sevilla, t. IV. Sevilla. 1955. Pág. 122.
7] OLLERO LOBATO, QUILES GARCÍA: Fuentes de Andalucía y... Págs. 50 – 78. La intervención y su gasto viene dada por la siguiente nota: «Con motivo del terremoto de 1º de noviembre de 1755, se hicieron obras de reconstrucción en la parroquia, que se cifraron en 15.000 reales de vellón, embargándose para ello algunos bienes y rentas de fábricas mediante certificación jurada que expidió Alonso Ruiz Florindo, maestro alarife». (APF. Libro de cuentas de fábrica de 1752, folio 108).
8] APF. Libro de cuentas de Fábrica de 1762, folio 70.
9] «En 14 de agosto de 1767 se abonaron a Pedro de Silva 220 reales por la visita que hizo a la iglesia para la construcción de la quinta nave». «En 24 de abril de 1769, dio el susodicho carta de pago de 44 reales por la visita que hizo para el reconocimiento de la obra de la sacristía». (APF. Libro de cuentas de fábrica de 1762, folio 79).
10] OLLERO LOBATO, QUILES GARCÍA: Fuentes de Andalucía y... Pág. 120.
11] APF. Libro de cuentas de fábrica de 1885.
12] Hallamos las siguientes notas en referencia a esta obra:“Por los ladrillo del ruedo de la iglesia, cal y jornales invertidos en los mismos”. (APF. Libro de cuentas de fábrica de 1885).
“Por las gradas de la puerta de la plazuela, mayor y del sol”. (APF. Libro de cuentas de fábrica de 1885).
Iglesia del Ex Convento Mercedario Descalzo de San José
Esta iglesia fue fundada en 1608 por los P. P. Mercedarios Descalzos en unas casas cedidas por María Farfán, hija del Gobernador de la villa Juan Alcocer, bajo el patrocinio de la Casa de los Marqueses de Fuentes.
En 1610, con fray Alonso de la Concepción como superior de la Comunidad se inician las obras, comenzándose a levantar el templo actual cuya construcción se alargó en el tiempo, pues en la década de 1660 aún seguían sin capilla mayor. El edificio se remodeló durante el primer tercio del XVIII, culminándose con la ejecución de la torre y de la destacada fachada de la iglesia, obra importante dentro del barroco local, ésta última bajo la autoría de Juan Ruiz Florindo, iniciador de la afamada zaga de maestro alarifes locales.
En 1737 las obras de mayor envergadura ya habían finalizado, aunque la decoración de las capillas se extendió a lo largo de la centuria, y en septiembre del citado año se consagró el templo, prolongándose las funciones durante tres días que se ocuparon respectivamente, con la mayor solemnidad y sermones, en la bendición del edificio, la colocación del Santísimo Sacramento y la dedicación del templo. A los actos acudió el Cabildo secular de la villa, que correspondió con la entrega de 500 reales de limosna para correr con los gastos del último día de las celebraciones.
Pero tan sólo décadas más tardes, en el último tercio del siglo XVIII, los Mercedarios Descalzos de Fuentes comenzaron a sufrir una serie de circunstancias de diversa índole que confluyeron en la supresión del Convento y cierre del templo en 1780, trasladándose la comunidad a Osuna y más tarde a Cádiz. Una clausura que no sería definitiva, ya que debieron volver, puesto que el gobierno de la época, avanzando en su política anticlerical, decretó el 25 de julio de 1835 la desamortización de aquellos conventos que contaran con una comunidad inferior a doce miembros profesos, en cuya supresión aparece citada el cenobio de San José que contaba con solo nueve religiosos en vez de los doce permitidos por la ley.
La iglesia de San José, siguiendo la línea habitual de estos casos, continuó abierta al culto tras la marcha de los Padres Mercedarios, hasta que las necesarias reparaciones obligaron a cerrarla en la década de 1880, quedando en ruinas toda la zona conventual.
Años más tarde, en 1890, la Hermandad de Nuestro Padre y Señor de la Salud y María Santísima de las Mercedes, fundada en 1879 en el antiguo templo mercedario, refleja en un nuevo reglamento como fin principal el de «cuidar de la reparación, ornato y conservación de la Iglesia del Ex-Convento de Mercedarios, sufragar todos los gastos para sostener en ella el culto público y promover la devoción» a sus Titulares.
A principios del siglo XX, se instituyó en el templo una congregación de Hijas de María, cuya aprobación pide nuevamente el párroco Juan Bautista Jiménez Barros en 1904, que además dice que había existido antes, pero que se extinguió setenta u ochenta años antes.
Y por último, entre los años 1929 y 1948 la Iglesia dependió de los Padres Salesianos, que abrieron colegio en Fuentes al amparo del Patronato «Santa Ana».
La iglesia permaneció como templo auxiliar parroquial, dependiente del Arzobispado, hasta el 31 de enero de 1997, en que el desplome de la bóveda que cubría el presbiterio, motivó su cierre durante los años que perduraron las obras de rehabilitación de toda la techumbre.
Desde 2004, y durante los diez años siguientes, aún con la restauración del retablo sin concluir, fue sede provisional de la Parroquia de Santa María la Blanca, cuyo templo principal se encontraba en fase de rehabilitación.
Consta el templo de San José de una nave en planta de cruz latina, cubriéndose con bóveda de cañón y lunetos; a ella se abren balcones de las tribunas que hay sobre las capillas laterales que poseen bóvedas vaídas y de aristas. El crucero está cubierto por bóveda semiesférica.
El retablo es de estilo barroco, construido en el s. XVIII y realizado por el ecijano Martín Toledo. Empleó estípites con un tercio bulboso, eliminando así su carácter geométrico. Sorprenden los serpentiforme soportes sesgados que enmarcan la embocadura del camarín, lo que le da un aspecto tridimensional al conjunto. Los elementos del rococó se distinguen en los asimétricos respaldos de las esculturas de las calles laterales -San Pedro Nolasco y San Ramón Nonato-. El ático se apea sobre una cornisa mixtilínea sobre la que se abre una hornacina en cuyo interior se situaba la Virgen de la Merced sedente.
El retablo, que ha sido reconstruido recientemente de los daños provocados en los desprendimientos de 1997, está pendiente de su dorado.
Es de destacar la portada principal, obra del maestro Juan Ruiz Florindo, con bellos elementos barrocos, como podemos apreciar en las dos pilastras que contienen dos grandes estípites. Esta decoración supone la introducción del estípite en la arquitectura fontaniega.
La torre posee elementos de tipo clásico.
Capilla de Nuestra Señora de la Aurora
Situada en una de las principales calles de la villa, fue construida a mediados del siglo XVIII por la Congregación del Santo Rosario «de la Aurora María Santísima» que se había fundado en el año 1700 (aunque otros documentos expresan 1701) en el Convento del Señor San José de la Comunidad Mercedaria Descalza con licencia del Sr. Provisor del Arzobispado de Sevilla.
Tras desavenencias con la Comunidad Mercedaria, traslada su sede a la Iglesia de San Sebastián del cercano Hospital de la Caridad, situado frente al templo parroquial.
El carácter popular de la Cofradía de la Aurora se contraponía en cierta medida con el del Santo Rosario, integrada por las élites de la villa, pero ambas, ante las circunstancias antes descritas se vieron obligadas en cierto momento de su historia a entenderse en beneficio mutuo.
Pero la insistencia constante de los cofrades de la Aurora, en continuas desavenencias con la Cofradía dominica, trajo para sí la definitiva independencia al lograr que la autoridad la erigiera canónicamente mediante la aprobación de Reglas propias en el año 1733.
La autonomía adquirida con la aprobación de Reglas propias y el auge en su popularidad, otorgó a la Hermandad de Nuestra Señora de la Aurora la posibilidad de construir capilla independiente para lograr su total emancipación y desarrollar sus funciones y fines propios lejos de discrepancias con clérigos u otras cofradías.
La construcción de la capilla se llevó a cabo a mediados del siglo XVIII, con posterioridad al terremoto de Lisboa, acontecido en 1755, y antes del año 1766, fecha en la que hemos hallado la primera mención expresa de tal edificio religioso.
La documentación relativa a la corporación fontaniega de la Aurora de los siglos XIX y XX es prácticamente nula. Por documentación de terceros se conoce que a la procesión de la Virgen en su fiesta de 1926 asistieron con sus estandartes las hermandades y cofradías de la villa, lo que da muestra del mantenimiento del culto en esta época.
La hermandad desapareció como tal en la primera mitad del siglo XX, aunque el culto y la devoción se mantuvo latente entre los fontaniegos quedando la custodia y el mantenimiento de la capilla e imágenes a cargo de la santera y los «vecinos de la Virgen».
La rectoría de la Ermita quedó bajo la custodia de la Parroquia y hubo épocas en las que fueron comunes las celebraciones sacramentales en la Capilla, tales como bodas y primeras comuniones.
Durante las últimas décadas del siglo XX el culto quedó reducido a la celebración anual de la fiesta de la Virgen el 8 de septiembre. La capilla de la Aurora era prácticamente desconocida para las nuevas generaciones de fontaniegos, abriendo solo sus puertas dos días al año: al paso del cortejo del Corpus y en la citada Eucaristía del día de la Virgen.
Desde 2003 un Grupo Parroquial de Fieles, presidido por el párroco, se encarga del mantenimiento de la Capilla y la promoción del culto a la Titular.
La capilla fue cerrada al culto en septiembre de 2004 por amenaza de derrumbe, debido al mal estado en el que se encontraba la cubierta, siendo objeto de una importante rehabilitación tanto interior como exterior y reabierta al culto en abril de 2009, en el que fue bendecida por el Rvdo. P. D. Manuel Sánchez Heredia, Vicario Episcopal de la zona.
El pequeño oratorio consta de una nave cubierta con bóveda de cañón y arcos perpiaños semicirculares, apareciendo en el antepresbiterio una bóveda semiesférica.
En su interior se pueden encontrar tres retablos, destacando el mayor, de estilo barroco, presidido por la Titular del templo, Nuestra Señora de la Aurora, talla de la escuela sevillana de finales del siglo XVIII que porta en la mano derecha bandera de plata y en la izquierda la imagen del Niño Jesús, de vestir.
Completan el conjunto dos retablos laterales presididos por San Francisco de Paula y San Antonio de Padua.
Dentro del patrimonio pictórico es destacable un cuadro de «San Juanito» y la pintura del Simpecado, y como piezas de cerrajería el púlpito, de 1885, y la reja del coro, de 1886.
Ermita del Santísimo Cristo del Calvario
«El día 30 de marzo de 1870 se edificó este Calvario por la piedad y por cuenta del piadoso vecindario». Este texto, plasmado a la entrada del actual recinto de la Ermita del Cristo, nos aportaba el único dato de carácter histórico que se poseía de cómo surgió este lugar tan popular entre la ciudadanía fontaniega y la devoción a este pequeño Cristo crucificado bajo el título de Señor del Calvario.
Una referencia a nuestro parecer incorrecta tras consultar el texto del azulejo original, en el que consta: «El día treinta de marzo de mil ochocientos setenta se renovó este Calvario por la piedad y por cuenta del piadoso vecindario». Por tanto, según se descifra en el epígrafe, se puede interpretar que la Ermita no fue levantada en 1870, sino que ya existía con anterioridad.
La cita histórica documental más remota data de 1885, fecha de la que se conserva un inventario de la Capilla, situada «en las afueras del pueblo en un lugar denominado Calvario», zona de la villa que ya en el siglo XVIII aparece en cierta documentación del Archivo Municipal nominado como Palmar del Calvario.
Lo que sí se puede afirmar es que el Cristo, originariamente, atendía al título de Santísimo Cristo de la Piedad y Misericordia, recibiendo culto en la Capilla del Calvario, todo ello documentado en varias fuentes. Y fue a lo largo del siglo XX cuando el Señor tomó su advocación actual del lugar donde recibía culto, a causa de la tradición oral del pueblo.
Todo cuanto albergaba la pequeña Capilla del Calvario en su interior, tales como alhajas de plata u otro metal, objetos de culto, bancas y ropa de altar era propiedad de la devota María Dolores Moreno, y así queda recogido en el inventario realizado en 1885.
Hasta 1901, esta piadosa mujer era la que se había encargado del culto, reparación y ornato del templo con las limosnas que recolectaba de «otros fieles devotos, aumentando más y más, con este celo por la gloria de Dios, la devoción hacia el Stmo. Cristo de la Piedad y Misericordia; pero habiendo dispuesto el Señor pasara a mejor vida para alcanzar los goces prometidos a los que de verdad le aman, y no encontrándose otra persona en quién concurrieran todas y cada una de las cualidades que adornaban a la fervorosa difunta», un grupo de devotos se reunió con objeto de constituirse en Hermandad para desarrollar los fines expresados de culto, ornato, conservación y reparación del pequeño templo del Calvario.
Fue el 8 de junio de 1901 cuando el conjunto de devotos del Cristo del Calvario, antes citados, reunidos con «el favorable parecer de nuestro celoso párroco y bajo su digna presidencia» –D. Juan Baustista Jiménez Barros–, determinaron «dejar instituida la Hermandad, nombrando una Junta directiva o de Gobierno y acordando las bases o artículos para su mejor régimen».
El Calvario fue siempre un lugar de peregrinación de la gente humilde y clase trabajadora del pueblo, situado en el campo pero cercano al núcleo de población; y tal era el fervor que tradicionalmente el pueblo sentía por la imagen del Crucificado, que a pesar de haberse disuelto la Hermandad en fechas anteriores, en torno a 1941 se reorganiza para que se siguiera propagando la devoción a la imagen, se encargara de la organización de los cultos y de la conservación de la Ermita y su entorno.
En diciembre de 1967 la Hermandad queda de nuevo desorganizada, volviéndose a revitalizar en 1976.
Por diversos motivos, entre ellos el vandalismo y el mal estado de la Capilla y de la casa de los santeros, en torno a 1987 la Hermandad se disuelve y se cierra al culto la Ermita para someterla a una profunda restauración. El Cristo fue trasladado a la Iglesia Parroquial, permaneciendo en ella hasta el 26 de marzo de 2003, que regresó de nuevo a su renovada Ermita tras dieciséis años de exilio.
El edificio, que carece de valor arquitectónico, es de arquitectura popular y se halla cubierto con bóveda de vigas de madera y lo preside un retablo procedente del Convento del Pozo Santo de Sevilla.
En los últimos años un Grupo Parroquial de Fieles, presidido por el párroco, se encarga de su mantenimiento.
Junto a los templos antes descritos, dependientes de la Parroquia, Fuentes de Andalucía cuenta con otros dos edificios sagrados históricos destinados al culto: el Monasterio de la Encarnación, que desde 1620 acoge a las Madres Mercedarias Descalzas, y la Iglesia de San Francisco, que desde 1904 es capilla del convento de las Hermanas de la Cruz.